martes, 1 de mayo de 2012

IKEA, UN INFIERNO SIN LÍMITES


No sé si nunca os habrá pasado que vuestra madre os haya sugerido acompañarla a hacer la compra y haber tenido que aceptar para evitar males mayores. El otro día me pasó pero fue algo peor porque a donde íbamos a ir no era nada más y nada menos que IKEA. La verdad es que yo ya había oído hablar de esa cosa y lo que había escuchado era todo cosas malas, pero bueno sólo iba a ser 1 hora de compras.

Nada más llegar la primera impresión que tuve fue que iba a estar bien ya que ponían en los mostradores cosas chulas que a lo mejor podría aprovechar para comprar. En general a la gente se la veía animada, ya que después de todo somos puros consumistas. La mayoría eran parejas (chicos y chicas, aunque ahora se esté poniendo de moda mezclar sexos) y jóvenes que acompañaban a sus madres para ayudarlas. Después de estar media hora allí metido me dio la sensación de estar en un laberinto, todo eran pasillos interminables, miles de secciones en las que te parabas a mirar y después no cogías nada. Estaba rodeado por todos lados de muebles y de mujeres emocionadas probando todo con sus maridos (con una expresión de sonrisa forzada). Pero lo peor de todo es que la salida, misteriosamente, no estaba señalada; era como si te quisiesen retener en ese infierno para todo el día.

Después de 2 horas y media ya por fin veo la palabra "exit", estaba iluminada. Ya parecía que estábamos saliendo, pero no, todavía faltaba recoger toda la mercancía que estaba metida en cajas. Lo peor de todo es que había que meterse otra vez en otro laberinto, éste era aún peor porque era oscuro y lleno de cajas con números, como decía mi madre era el último esfuerzo y me iba a recompensar con una silla para mi cuarto, por lo que no puse ni una pega y le ayudé a cargar todo; me puse a observar las caras de la gente y era muy gracioso porque a las mujeres se las veía generalmente satisfechas con la compra efectuada y a los hombres se les pasó de la sonrisa forzada a una expresión de asco y de ganas de salir de una vez por todas. Lo mejor es que no ponían reparo a abrir la cartera porque ése ya era su billete de salida de ése infierno.

Como podréis observar ésto de ir de compras y al IKEA no es un buen plan para pasar una mañana, pero al fin y al cabo es tu madre a la que ayudas y una vez que llegas a casa te sientes satifecho de haber hecho un acto caritativo aunque te metas inmediatamente en la cama.

Gonzalo Gsm.

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