Este sábado por la noche he tenido una fiesta. Se trataba de
la puesta de largo de una amiga de Sangenjo. Mis padres también estaban invitados,
ya que son muy amigos de los padres de esta niña.
La fiesta se celebraba en un club muy elegante de Madrid, en
la calle Gran Vía. Para el evento íbamos vestidos como se requería en la
invitación, las señoras con traje largo y los señores con esmoquin.
Estábamos ya casi en la puerta del local, cuando empezamos a
ver montones de furgones de la policía; podría haber 15 ó 20 furgones.
Enseguida nos dimos cuenta de que se trataba de la manifestación del 15M, que
comenzaba muy cerca de allí.
Mi madre pidió a mi padre que la dejara en la puerta, y yo
la acompañé mientras mi padre fue a aparcar. En ese momento comenzó lo que yo quiero
expresar en esta entrada, “el contraste”.
Tuvimos que cruzar la calle, y aunque fueron pocos metros,
fueron suficientes para ver la sensación que causábamos en los demás. La gente
que en ese momento paseaba por la calle, muchos participantes en la
manifestación, eran mayoritariamente jóvenes, vestidos muy informales y con
aspecto de no agradarles demasiado nuestro modo de vestir, o por lo menos eso
es lo que parecía por su forma de mirarnos. La verdad es que a mí realmente no
me importaba lo que pudieran pensar (también yo me sentía un tanto extraño vestido
con esmoquin), pero reconozco que sentí un poco de miedo por mi madre. Posiblemente
por verla a ella también asustada. Al final llegamos por fin a la maldita
puerta sin novedad.
Sin embargo sí que fuimos insultados un poco más tarde. Habíamos
salido un grupo de gente a tomar el aire y algunos a fumarse un pitillo, cuando
empezamos a recibir comentarios de la gente del tipo “¡camarero!”, “¡pijos de mierda!” y alguno que otro más.
Sinceramente, no nos sentimos ofendidos, sino más bien nos reímos de la situación.
Pero sí es verdad, que anécdota aparte, me dio que pensar… ¿por qué me juzgan
por mi forma de vestir? ¿Qué saben ellos de mí y de mi vida como para
insultarme sólo por mi atuendo? Estas preguntas me llevaron de inmediato a otra
reflexión, y es que yo también juzgo por el aspecto a la gente. Yo también pensé
(aunque no insulté) que esas personas parecían drogadas...y bastantes cosas más.
Hay un refrán un tanto antiguo que dice “el hábito no hace
al fraile”. Pues efectivamente, ni yo soy lo que estas personas posiblemente
pensaron de mi, ni ellas son seguramente como yo les acababa de “etiquetar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario